Estoy convencida de que en la repostería, más que tener muchísimas recetas para todas las ocasiones, es mejor tener una buena receta base y atreverte a probar nuevas combinaciones de sabores.

Eso mismo es lo que he hecho en esta ocasión, partiendo de la receta de las magdalenas de grosellas y semillas de amapola, he querido probar esta deliciosa alternativa de arándanos y caramelo. El resultado ha sido delicioso, así que una vez más, ¡tenéis que probarlo en casa!
INGREDIENTES:
- 3 huevos
- 200 g de azúcar
- La ralladura de un limón
- 1/2 vasito de ron
- 250 g de mantequilla
- 250 g de harina
- 3 cucharaditas de levadura química
- 150 g de arándanos
- Caramelo líquido
- Almendras laminadas
- Azúcar glas
PREPARACIÓN:
Bate los huevos junto con el azúcar y la rayadura de limón hasta que se blanquee y la mezcla quede aireada.
Sin dejar de batir, incorpora el ron y la mantequilla cortada en pequeños dados.
Después de añadir la mantequilla, la mezcla adquiere una apariencia grumosa. Tranquila, vas por buen camino.
A partir de este momento puedes aparcar el amasador e integrar el resto de los ingredientes a mano, con ayuda de una espátula.
Tamiza la harina y la levadura e incorpóralas.
Por último, añade los arándanos. No es necesario mezclar demasiado una vez que has añadido la harina, cuando creas que está todo bien repartido pasa a rellenar las cápsulas de la magdalena hasta 3/4 de su capacidad.
Una vez repartida la masa, pon un chorro de caramelo líquido y unas almendras laminadas en cada cápsula.

Hornea tus magdalenas a 180°C durante 18-20 min, con calor arriba y abajo y sin ventilador.

Pasado este tiempo, sácalas del horno y deja que se enfríen totalmente sobre una rejilla.
Puedes espolvorearlas con poco de azúcar glas para decorar.

Son un acompañamiento ideal para una buena taza de café o colacao. El caramelo líquido impregna el bizcocho, sin llegar a recargarlo y los arándanos le dan un toque ácido además de su característico y delicioso sabor.

Las magdalenas te van a quedar esponjosas y jugosas, para mojarlas o comerlas a palo seco, como más te gusten.
A nosotros nos duran muy poco, pero si eres de esas golosas comedidas que saben decir basta, puedes conservarlas varios días igual de estupendas si las guardas en un taper o lata hermética.